William Rubin (Brooklyn, NY, 1927 – Pound Ridge, NY, 2006), comisario e historiador del arte, dirigió el Departamento de Pintura y Escultura del Museum of Modern Art de Nueva York entre 1969 y 1988. Participó activamente en las negociaciones para el traslado de Guernica a España y, en 1980, comisarió la exposición Picasso: A Retrospective, una de las muestras con más éxito de público de cuantas habían tenido lugar en los setenta y cinco años del museo.

William Rubin inició estudios de Literatura y Lengua Italiana en la Universidad de Columbia, que interrumpió al alistarse en el ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Tras una estancia en París al finalizar la guerra volvió a la universidad; la asistencia a un curso impartido por Meyer Schapiro hizo que orientara su carrera hacia la Historia del Arte. Ejerció como docente universitario y fue editor de Art International; en 1967 entró a trabajar en el Museum of Modern Art de Nueva York y dos años después tomaba el relevo de Alfred H. Barr Jr. al frente del Departamento de Pintura y Escultura. Allí organizó exposiciones como Dada, Surrealism, and Their Heritage (1968), The New American Painting and Sculpture: The First Generation (1969), Cézanne: The Late Work (1978) y Picasso and Braque: Pioneering of Cubism (1989).

En algunos aspectos se le considera el heredero intelectual de Barr, especialmente por  compartir una visión lineal y cronológica de la historia del arte, por otorgar a las grandes obras y a los grandes nombres una centralidad en el relato y por un posicionamiento arraigado en el formalismo. Sin embargo, su interés por el expresionismo abstracto y por artistas contemporáneos como Anthony Caro o Frank Stella, de quienes adquirió importantes piezas para el museo, hizo que se desmarcara de su predecesor.

Cuando Pablo Picasso falleció el 8 de abril de 1973, inmediatamente la prensa se hizo eco de la voluntad del artista sobre el destino de Guernica. William Rubin afrontó los debates acerca de la propiedad legítima del cuadro, argumentando que Picasso no se había referido a la instauración de un régimen democrático sino a una república, tal vez en un intento de retener el cuadro. Tras la muerte de Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975, las gestiones del Gobierno español fueron muy intensas; en la recta final de las negociaciones Rubin estableció las condiciones y la fecha de entrega de la obra con Roland Dumas –el abogado y albacea del testamento de Picasso– y Javier Tusell –entonces director general de Bellas Artes–. En 1979 se confirmó que el lienzo se trasladaría a España junto con los dibujos preparatorios, en tanto que conjunto indisoluble. En 1980, tras casi más de cuarenta años en depósito y ante la inminente entrega del cuadro, Rubin organizó la exposición Picasso: A Retrospective, que ocupó todas las salas del museo y se convirtió en un homenaje y la despedida oficial de la obra de la ciudad de Nueva York.

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