Desde su presentación en el pabellón de España en la Exposición Internacional de París de 1937, Guernica despertó el interés de todos cuantos lo vieron, ya fuera por ser el último y gran trabajo de Picasso —dado su inusual tamaño en el conjunto de la obra del artista— como por su claro trasfondo político y el reconocimiento inmediato de su valor simbólico. Pocos meses después de clausurarse la exposición, en la primavera de 1938, Guernica se integró en una exposición colectiva e itinerante por varias ciudades escandinavas que reunía el trabajo de cuatro de los grandes artistas del panorama artístico moderno parisino: Henri Matisse, Pablo Picasso, Georges Braque y Henri Laurens.

Como una de las últimas obras de Picasso, en 1938 Guernica formó parte de una exposición que presentaba obras de cuatro protagonistas destacados de la renovación del lenguaje plástico de las primeras décadas del siglo XX, en pintura y escultura, y dentro del paradigma de modernidad (y clasicismo) del arte francés. El promotor de dicha exposición fue Walther Halvorsen (1887-1972), artista que desde 1909 residía en París y trabajaba como crítico y corresponsal para diversas publicaciones de arte. De sus largas estancias en la capital francesa, por los vínculos que estableció con instituciones museísticas y galerías tanto de Noruega, su país de origen, como parisinas, Halvorsen se convirtió en pieza fundamental para la difusión del arte francés en Escandinavia, desde el impresionismo hasta los fauvistas y el cubismo.

Su ambicioso proyecto expositivo de 1938 fue acogido por la Kunstnernes Hus de Oslo, el Statens Museum for Kunst de Copenhague y la Liljevalchs Konsthall de Estocolmo. Las primeras cartas que dan cuenta de esta exposición y de su itinerancia están datadas en octubre de 1937. La prensa francesa se hizo eco de la exposición y publicó la noticia de que Guernica, expuesto en el pabellón español, formaría parte de una exposición itinerante por los países escandinavos. De la correspondencia mantenida entre los distintos organizadores e instituciones interesadas se deduce que las gestiones se realizaron con cierta urgencia y que se barajó la posibilidad de llevar también la exposición a Gotemburgo y a Helsingfors.

Matisse, Picasso y Braque estaban vinculados entonces a la galería de Paul Rosenberg, mientras que Laurens lo había estado a la de su hermano Léonce Rosenberg. El grueso de obras de estos cuatro artistas presentado estaba fechado entre la década de 1920 y 1937; con ellas se quería dar cuenta de un clasicismo atemperado, de temas mayoritariamente íntimos y en los que se ponía de manifiesto el equilibrio entre dibujo y color, entre formas y volúmenes. La exposición era un bálsamo artístico dirigido a un público amateur, diletante, coleccionistas y artistas, y tenía un valor ejemplarizante tras las rupturas vanguardistas y la Primera Guerra Mundial en el momento prebélico en el que tuvo lugar. Como se advierte tanto en el catálogo como en las fotos de la instalación en las distintas sedes, Guernica aparecía quizás como la obra más desplazada del conjunto. Esa aparente disrupción del carácter político del cuadro, al insertarlo en un relato cronológico de la obra de Picasso, constituye el ensayo de las soluciones expositivas para Guernica y su musealización, apenas un año más tarde, en el Museum of Modern Art de Nueva York.