La celebración de la II Bienal de São Paulo (noviembre de 1953 – febrero de 1954) coincidió con las celebraciones del IV Centenario de la ciudad brasileña. Fue en los preparativos para esa segunda edición de la Bienal, en diciembre de 1952, cuando se tuvo noticia del interés de organizar una exposición retrospectiva de Pablo Picasso como uno de sus eventos destacados. Fundado en un momento de reordenación mundial tras la guerra, y siguiendo el modelo de la Bienal de Venecia, este certamen estaba llamado a convertir São Paulo en referente mundial para la modernidad artística latinoamericana en general. Picasso se mostró entusiasta y colaboró con sus organizadores, prestó Guernica para que fuera parte de la exposición y delegó todas las cuestiones de logística y administrativas en Daniel-Henry Kahnweiler y Maurice Jardot.

La retrospectiva Picasso dentro de la II Bienal de São Paulo constituye un hito en la historia de Guernica, pues ha sido la única ocasión en la que el cuadro se ha expuesto en América Latina. Realizadas las gestiones por Francisco Matarazzo Sobrinho, presidente de la Bienal, Arturo Profilli, secretario de la II Bienal, y por Paulo E. de Berrêdo Carneiro, delegado para Europa del certamen, la idea inicial fue poder reunir al menos un centenar de cuadro de Picasso.

Consciente del escenario y de la situación artística internacional, Picasso confirmó el préstamo de treinta y dos obras de su colección; todas ellas se encontraban en depósito en el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York, incluyendo Guernica, que quería convertir en pieza central de la muestra. No obstante, los preparativos de la exposición coincidieron con los de la muestra antológica del artista en Roma y en Milán, sede esta última donde Guernica había sido enviado a principios de octubre de 1953. Por ese motivo el cuadro llegó a São Paulo directamente desde Italia a comienzos de diciembre, ya empezada la Bienal. Aunque patrocinada por el Museu de Arte Moderna de São Paulo, la exposición, de carácter especial y fuera de concurso, se presentó dentro de la sección de Francia y contó finalmente con cincuenta y una obras. Los agradecimientos al artista no se hicieron esperar, así como la buena acogida que la exposición tuvo en la prensa y en el medio artístico latinoamericanos.

En el abundante intercambio epistolar entre los distintos agentes e instituciones implicados en esta exposición se apuntan al menos dos cuestiones que van a cobrar especial protagonismo en el relato de Guernica en los años inmediatos: por una lado, se insiste en que Picasso es el propietario de la obra y como tal tiene la última palabra sobre su préstamo; por otro, se empieza a tomar en consideración su estado de conservación, lo que se utiliza como argumento para disuadir la cesión temporal del cuadro o su salida del MoMA. Tras la clausura de la Bienal el lienzo regresó a Nueva York.