El nombre y el trabajo de Alfred H. Barr Jr. (Detroit, Estados Unidos, 1902 – Connecticut, Estados Unidos, 1981) han quedado ligados al Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York, institución de la que fue su primer director, entre 1929 y 1943; allí desarrolló un ambicioso programa expositivo, de estudio y difusión del arte moderno, que incluía arquitectura, fotografía, cine y diseño. Tras varios años de trabajo, en noviembre de 1939 Barr inauguró la exposición Picasso: Forty Years of His Art, con la que quiso reconocer al artista, que prestó más de una treintena de obras, entre ellas Guernica y los dibujos y pinturas relacionados, como pieza clave en el conjunto de artistas y corrientes artísticas que había articulado.

Acabados sus estudios de Historia del arte en la Universidad de Princeton, Alfred H. Barr Jr. viajó a Europa por primera vez en 1924. A su regreso a Estados Unidos, inició su carrera como docente universitario primero en Princeton y después en el Wellesley College (Wellesley, Massachusetts), donde impartió cursos de arte moderno y llegó a organizar una exposición con los fondos del museo. Esta experiencia supuso el primer paso hacia la formulación de su criterio y método de análisis y estudio: valorando las similitudes visuales y formales de las obras frente a la cronología y los aspectos de proximidad geográfica.

Cuando en 1929 se puso en marcha el proyecto de crear un museo de arte moderno para la ciudad de Nueva York, Barr fue invitado a participar como director y a trazar las líneas de trabajo para la configuración tanto de su colección como del programa expositivo. Una de esas líneas consistió en diseñar la genealogía del arte moderno, que queda sintetizada en su conocido diagrama y presente ya en su primera muestra Cézanne, Gauguin, Seurat, and Van Gogh. Otro eje de trabajo consistía en integrar en la colección aquellas obras emblemáticas con las que construir el relato de la historia del arte y hacerlo llegar al público. Así pues, en sus primeros diez años, el museo se ocupó de las vanguardias artísticas europeas y norteamericanas, presentó el arte africano como factor determinante en la formación del gusto y el arte modernos, homenajeó a la Bauhaus y al Estilo Internacional en arquitectura, y se adelantó a la celebración del centenario de la fotografía en 1937. El año 1939 se cerró con la exposición Picasso: Forty Years of His Art, la primera muestra monográfica del artista en el museo que repasaba su trayectoria a partir de las nociones de contexto (lectura cronológico-artística) y genio, señalando el carácter excepcional de Picasso ejemplificado en obras emblemáticas como Las señoritas de Avignon –que el museo había adquirido ese mismo año– o Guernica. Habiendo estallado la guerra en Europa y acabada la guerra civil española, este cuadro fue leído no solo en clave artística sino también en clave política. Como icono bélico y de destrucción, Guernica actuaba como emblema de una nación que defendía y trabajaba por la paz.

Destituido como director del MoMA en 1943, Barr continuó ligado al museo ocupando la dirección del Departamento de Colecciones entre 1947 y 1967. Desde ese puesto impulsó el proyecto educativo y de difusión del arte moderno (por ejemplo, impulsando las exposiciones itinerantes por Estados Unidos con fines pedagógicos) y siguió comisariando exposiciones, en particular las consagradas a Picasso, como Picasso: 75th Anniversary Exhibition (1957). Durante todos esos años, desde el MoMA fue el principal interlocutor con el artista, como muestran las visitas que le hizo y la abundante correspondencia que mantuvo con él y Daniel-Henry Kahnweiler. Consciente del valor artístico, simbólico y político de Guernica, Barr quiso desentrañar el significado de cada figura del cuadro, interpretándolas como signos y metáforas en un contexto bélico. Con ese objetivo organizó en 1947 un simposio e invitó a participar a Juan Larrea, Josep Lluís Sert, Jerome Seckler, Jacques Lipchitz y Stuart Davis, todos ellos en cierta medida próximos a Picasso y a la realización del cuadro. Por otro lado, son varias las cartas en las que expresó al artista el deseo del museo de adquirir el lienzo, en depósito desde la muestra de 1939 e integrado en el recorrido de su colección permanente.

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