Josep Renau (Valencia, 1907 – Berlín, 1982) sobresalió en el campo de las artes gráficas, que asumió y empleó desde la perspectiva de la comunicación y la propaganda; sus trabajos, en especial sus fotomontajes y collages, traslucían su posicionamiento político. Como director general de Bellas Artes entre 1936 y 1938, participó en el programa del pabellón de España para la Exposición Internacional de las Artes y las Técnicas de París de 1937, para el que encargó obras a Julio González, Joan Miró, Alberto Sánchez y Pablo Picasso, entre otros. Con el objetivo de salvaguardar y proteger el tesoro artístico, decidió trasladar el grueso de la colección del Museo del Prado a Valencia (entonces sede del Gobierno republicano), desde donde viajaría a Ginebra en febrero de 1939. Por su apoyo a la Segunda República y su filiación al Partido Comunista de España, tras la guerra se vio forzado al exilio, primero en México y posteriormente en Alemania oriental.

 

Encarnación del compromiso político del arte y conocedor de la estética y las herramientas artísticas de propaganda, el trabajo de Josep Renau sobresale por sus elocuentes fotomontajes y carteles, en los que denuncia y desmonta, como en todo el conjunto de su obra, las diferentes formas de fascismo e imperialismo que han asolado el mundo en el siglo XX. Hijo de padre pintor y formado en Bellas Artes en Valencia, durante los años treinta trabajó como fotomontador y diseñador, faceta que marcó su trayectoria. Fundador de Nueva Cultura, una revista eminentemente visual, también participó en otras publicaciones políticas como Octubre, Estudios y Orto, y otras sobre cine. Autor del ensayo Función social del cartel publicitario (1937), ha sido el mayor representante en España del manejo de los recursos de la fotografía, la tipografía y el diseño gráfico de vanguardia, con los que domina su uso como propaganda política, ya ensayado en el ámbito soviético. Asimismo, tuvo un papel central en la formación del Partido Comunista de Valencia y fue muy crítico con la Segunda República en temas de educación y cultura. Al estallar la Guerra Civil se posicionó en primera línea por la defensa de la cultura, tanto a través de su trabajo artístico como de su participación directa en el Gobierno.

Nombrado director general de Bellas Artes, se encargó de vehicular visualmente el mensaje de la República en el pabellón de la Exposición Internacional de París de 1937, para lo cual diseñó los fotomurales que vistieron las paredes tanto del interior como del exterior del edificio. En sus manos, las imágenes se pusieron al servicio del programa político del conjunto, con fotografías sobre los proyectos del Gobierno de la Segunda República en materias como el patrimonio, la educación o las tradiciones populares. Los fotomurales, en tanto que soporte y medio de propaganda, yuxtaponían una imagen de la España anterior a la República a otra con los logros de esta última. Tampoco faltaron referencias al bombardeo de Gernika, que ayudaban a la comprensión de la que fue considerada la obra principal del pabellón, Guernica de Pablo Picasso.

Artista comprometido políticamente, que defendía el realismo en tanto que “nueva posición ante el mundo”, continuó su carrera como cartelista y diseñador en el exilio. Aunque tras la muerte de Franco regresó a España en diversas ocasiones, permaneció en Alemania hasta su fallecimiento. Renau, entrevistado en diversas ocasiones con motivo de la entrega de Guernica a España, sostenía que la obra pertenecía al pueblo español; y en 1982 escribió Albures y cuitas con el Guernica y su madre, a manera de relato personal de este episodio y del que únicamente se conocen algunos fragmentos.

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