El impacto visual que Guernica causó desde su presentación al público en 1937 se tradujo en numerosos textos y artículos que discutían sobre sus aspectos formales, sus referentes artísticos y su manera de plasmar la violencia de la guerra. Sin embargo, la lectura en clave alegórica de Juan Larrea en su texto Guernica, publicado en 1947, agitó los debates sobre el significado del cuadro y las diferentes figuras que aparecen en él. En noviembre de ese año, Alfred H. Barr Jr. y Monroe Wheeler organizaron en el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York un simposio sobre Guernica, donde se discutió este asunto.

Desde su creación, Guernica ha despertado numerosos debates, lecturas e interpretaciones que han intentado desentrañar cada símbolo e inscripción de las figuras de la obra –ya en los tempranos textos de Emily Genauer, Elizabeth McCausland o Anthony Blunt, entre otros–, y que también han indagado sobre sus referentes artísticos y su lugar en la historia del arte. Estas reflexiones no provienen únicamente de la crítica de arte: documentales, películas, incluso viñetas como la de Ad Reinhart, han propuesto lecturas sobre diferentes aspectos del cuadro que lo han convertido en una fuente de significados múltiples.

La década de los cuarenta fue el momento en el que se debatió una particular lectura de Guernica. En ese momento, su carga política no era en absoluto banal. En aquel contexto político y social, dada la situación hegemónica de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial y el recelo del comunismo en el marco de la Guerra Fría, desde el Museum of Modern Art de Nueva York, y para la historia del arte, se hizo necesario esclarecer qué era Guernica y fijar su valor simbólico. Las declaraciones de Picasso a finales de octubre de 1944, dos meses después de la liberación de París, en las que afirmaba su adscripción al Partido Comunista Francés, con la celebración del décimo aniversario de la realización de Guernica en el horizonte, y la publicación de la monografía que le dedicó Juan Larrea despertaron en el mes de mayo de 1947 un gran interés por la obra y se instó al artista a esclarecer su simbolismo. El texto de Larrea derivó en un intercambio epistolar entre Kahnweiler, en nombre propio y de Picasso, y Barr, quien insistía en conocer la opinión de Picasso sobre la cuestión. El artista, sin embargo, siempre se negó a dar explicaciones sobre el cuadro.

En un momento de máxima tensión política nacional, de sospecha contra toda muestra de antiamericanismo, como historiador del arte, pero también como exdirector del MoMA y director del Departamento de Colecciones, Alfred H. Barr Jr. se propuso aclarar el significado del cuadro. El 25 de noviembre de 1947 organizó un simposio en el museo con el objetivo de que el cuadro quedara explicado. Quería llegar a la formulación de una única lectura de Guernica, determinando el valor de cada elemento –en especial el toro y el caballo– y de su iconografía. Sin olvidar su carácter de obra política, pero también obedeciendo a los debates sobre la pintura –entre figuración y abstracción– abiertos esos años en Estados Unidos, el gesto de Barr quería cerrar la puerta a otras interpretaciones y difuminaba el carácter alegórico de Guernica. Sin embargo, los textos y publicaciones sobre el cuadro no han dejado de multiplicarse desde entonces, lo que muestra la capacidad de renovación del interés en torno a las preguntas que plantea sobre la historia y sobre la obra en sí misma. Por otro lado, y tal como el recorrido del cuadro ha puesto de manifiesto a través de su exposición cívica y las apropiaciones anónimas, su significado ha quedado asociado a la imagen antibelicista por excelencia más allá de su simbología.

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